Donde termina la ciudad
y comienzan las nubes,
en un territorio sin dioses,
sin tumbas,
los cardos arañan mis ojos.
Las afueras son penitencia,
pecado son los arrabales
y la mirada duele,
ay, hasta el horizonte;
siquiera hay amapolas
que alivien la llanura.
Cuánta tristeza virgen
en este páramo.
El cielo ahora sólo es cielo.
José Pérez Carranque
♥ Especial San Valentín ♥
Hace 9 años
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